I Tesalonicenses

Una vida agradable a Dios (4, 1-12)

1Por lo demás, hermanos, os pedimos y exhortamos a que, lo mismo que aprendisteis de nosotros a comportaros como conviene, agradando a Dios, así sigáis comportándoos para que progreséis lo más posible.

2Conocéis cuáles fueron las instrucciones que os dimos de parte de Jesús, el Señor.

3Dios, en efecto, quiere que viváis como consagrados a él, que os abstengáis de acciones deshonestas

4y que cada uno de vosotros sepa vivir con su mujer santa y decorosamente,

5sin que os arrastre la pasión, como arrastra a los paganos que no conocen a Dios.

6Y que nadie en este asunto atropelle o conculque los derechos de su hermano porque, como ya os dijimos e insistimos en su día, el Señor hará justicia de todas estas cosas.

7Pues no os ha llamado Dios a vivir en la impureza, sino como consagrados a él.

8Por eso, quien rechaza esto, no rechaza una norma humana, sino a Dios que es quien os da su santo Espíritu.

9En cuanto al amor fraterno, no hace falta que os diga nada por escrito, ya que el mismo Dios os ha enseñado a amaros los unos a los otros.

10Y así lo practicáis con todos los hermanos de la entera Macedonia. Sólo os pedimos, hermanos, que progreséis en ello más y más,

11que procuréis vivir tranquilos, que os ocupéis de vuestros asuntos y que trabajéis con vuestras manos, según las instrucciones que os dimos.

12Así os ganaréis el respeto de los no cristianos y no tendréis que importunar a nadie.

Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: deber de trabajar

La conciencia de la  transitoriedad de la « escena de este mundo » (cf. 1 Co 7,31) no exime de ninguna tarea histórica, mucho menos del trabajo (cf. 2 Ts 3,7-15), que es parte integrante de la condición humana,  sin ser la única razón de la vida. Ningún cristiano, por el hecho de  pertenecer a una comunidad solidaria y fraterna, debe sentirse con derecho a no  trabajar y vivir a expensas de los demás (cf. 2 Ts 3,6-12). Al contrario,  el apóstol Pablo exhorta a todos a ambicionar « vivir en tranquilidad » con el trabajo de las propias manos, para que « no necesitéis de nadie » (1 Ts 4,11-12), y a practicar una solidaridad, incluso material, que comparta los  frutos del trabajo con quien « se halle en necesidad » (Ef 4,28).  Santiago defiende los derechos conculcados de los trabajadores: « Mirad; el  salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está  gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los  ejércitos » (St 5,4). Los creyentes deben vivir el trabajo al estilo de  Cristo, convirtiéndolo en ocasión para dar un testimonio cristiano « ante los de  fuera » (1 Ts 4,12) (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 264).

Últimas recomendaciones (5, 12-21)

12Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a quienes desempeñan entre vosotros la misión de presidiros y aconsejaros en el nombre del Señor.

13Estimadlos y amadlos de manera especial como merece su tarea, y que la paz reine entre vosotros.

14Os recomendamos también, hermanos, que corrijáis a los indisciplinados, animéis a los tímidos y sostengáis a los débiles, teniendo paciencia con todos.

15Mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario, buscad siempre haceros el bien los unos a los otros y a todos.

16Estad siempre alegres.

17No ceséis de orar.

18Manteneos en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros como cristianos.

19No apaguéis la fuerza del Espíritu,

20ni despreciéis los dones proféticos.

21Examinadlo todo y quedaos con lo bueno.

22Evitad toda clase de mal.

Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: la persona humana y sus múltiples dimensiones

La fe cristiana, que invita a  buscar en todas partes cuanto haya de bueno y digno del hombre  (cf. 1 Ts 5,21), « es muy superior a estas ideologías y  queda situada a veces en posición totalmente contraria a ellas, en la medida en  que reconoce a Dios, trascendente y creador, que interpela, a través de todos  los niveles de lo creado, al hombre como libertad responsable ».

La  doctrina social se hace cargo de las diferentes dimensiones del misterio del  hombre, que exige ser considerado « en la plena verdad de su existencia, de su  ser personal y a la vez de su ser comunitario y social », con una  atención específica, de modo que le pueda consentir la valoración más exacta (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 126).