El profeta Habacuc

Plegaria en tiempo de desolación
Ha 1,2-2,4
Oráculo que vio el profeta Habacuc:
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves?
¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas? Pues la ley cae en desuso, y el derecho no sale vencedor. El malvado elimina al justo, y se emite una sentencia al revés.
Mirad a los pueblos, contemplad y espantaos, porque en vuestros días hará una obra tal que, si os la contasen, no la creeríais. Yo suscitaré a los caldeos, pueblo cruel y veloz, que recorrerá la anchura de la tierra para conquistar territorios ajenos.
Es funesto y terrible, dicta sentencia y condenación. Sus caballos son más veloces que panteras, más rápidos que lobos de la estepa, sus jinetes trotan, sus jinetes vienen de lejos, volarán como rauda águila sobre la presa.
Cada cual está dispuesto a la violencia, con las cabezas tendidas hacia delante, junta prisioneros como arena. Se burla de los reyes, hace escarnio de los príncipes, se ríe de las plazas fuertes, apisona tierra y las conquista. Después toma aliento y continúa implacable. Su fuerza es su dios.
¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Le has destinado para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia?
Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?
Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión?
Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas.
El Señor me respondió así:
«Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»
Maldiciones contra los opresores
Ha 2,5-20
Aunque se lance el pérfido, un tipo fanfarrón, nada conseguirá; aunque ensanche las fauces como el abismo y sea insaciable como la muerte; aunque arramble con todos los pueblos y se adueñe de todas las naciones, todos ellos entonarán contra él coplas y sátiras y epigramas, diciendo:
«¡Ay del que acumula bien ajeno! ¿Hasta cuándo? Amontona objetos empeñados; de repente, se alzarán tus acreedores, despertarán tus atormentadores, y te despojarán. Porque saqueaste naciones numerosas, te saqueará el resto de los pueblos; por tus asesinatos y violencias contra territorios, ciudades y poblaciones.
¡Ay del que reúne en casa ganancias injustas, y pone en lo alto su nido para salvarse de la desgracia! Destruyendo a tantas naciones has planeado la afrenta para tu casa y has malogrado tu vida. Gritarán las piedras de los muros, las vigas de leño responderán.
¡Ay del que construye con sangre la ciudad, funda la capital con crímenes! El Señor hará que suceda: trabajan los pueblos para el fuego, las naciones se fatigan por nada, cuando la tierra esté llena del conocimiento del Señor glorioso, como las aguas cubren el mar.
¡Ay del que emborracha a su prójimo, lo embriaga con una copa drogada, para remirarlo desnudo! Bebe tú también y enseña el prepucio, hártate de baldones y no de honores, que te pasa la copa la diestra del Señor y tu ignominia superará a tu honor. El Líbano violentado te aplastará, la matanza de animales te aterrará: por tus asesinatos y violencias en países, ciudades y poblaciones. ¿De qué le sirve al ídolo que lo talle el artífice, si es una imagen, un maestro de mentiras? ¿De qué al artífice confiar en su obra o fabricar ídolos mudos?
¡Ay del que dice a un leño: "Despierta, levanta", a la piedra muda: "Dime un oráculo"! Está forrado de plata y oro, por dentro no tiene alma. Pero el Señor está en su santo templo, ¡silencio ante él, toda la tierra!»
Habacuc 3, 2-4.13a.15-19: Juicio de Dios
 
 
Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21,28)
 
Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.

El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.

Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.

Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.

Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.

El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.