Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos

Entrada en el descanso ofrecido por Dios (Hebreos 4, 1-11)

1La promesa de entrar en el descanso ofrecido por Dios sigue en pie. Pero es preciso estar muy alerta, no sea que alguno de vosotros pierda la ocasión de entrar.

2Porque la buena noticia nos ha sido anunciada tanto a nosotros como a ellos; sólo que a ellos de nada les sirvió haberla oído al no estar unidos mediante la fe a quienes la escucharon.

3Nosotros, en cambio, los que hemos creído, podemos entrar en ese descanso del que Dios ha dicho:

No entrarán en mi descanso

tal como lo juré lleno de enojo.

Bien entendido que sus obras concluyeron cuando dio fin a la creación del mundo,

4pues así ha quedado dicho del día séptimo en cierto lugar de la Escritura: Y el día séptimo descansó Dios de todos sus trabajos.

5Pero volvamos a nuestro pasaje: No entrarán en mi descanso. 

6Eso quiere decir que algunos sí han de entrar en él. Y como los primeros en recibir la buena noticia no consiguieron entrar debido a su actitud rebelde,

7Dios vuelve a señalar un día: el "hoy" del que habla David mucho tiempo después en el pasaje citado más arriba:

Cuando hoy escuchéis la voz del Señor,

no cerréis a cal y canto el corazón. 

8Está claro que Josué no introdujo a los israelitas en el descanso definitivo, pues, de haberlo hecho, no se aludiría a "otro día" de descanso después de todo aquello.

9Por consiguiente, el pueblo de Dios está aún en espera de un descanso,

10ya que de haber entrado en el descanso de Dios, también él descansaría de todos sus trabajos lo mismo que Dios descansó de los suyos. 11Esforcémonos, pues, nosotros por entrar en el descanso que Dios ofrece para que nadie perezca siguiendo el ejemplo de aquellos rebeldes.

Clave de lectura desde la doctrina social de la Iglesia

El culmen de la enseñanza  bíblica sobre el trabajo es el mandamiento del descanso sabático.  El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad del trabajo, la perspectiva de  una libertad más plena, la del Sábado eterno (cf. Hb 4,9-10). El descanso  permite a los hombres recordar y revivir las obras de Dios, desde la Creación  hasta la Redención, reconocerse a sí mismos como obra suya (cf. Ef 2,10),  y dar gracias por su vida y su subsistencia a Él, que de ellas es el Autor.

La memoria y la experiencia del sábado constituyen un baluarte  contra el sometimiento humano al trabajo, voluntario o impuesto, y contra  cualquier forma de explotación, oculta o manifiesta.  El descanso sabático, en efecto, además de permitir la participación en el culto  a Dios, ha sido instituido en defensa del pobre; su función es también  liberadora de las degeneraciones antisociales del trabajo humano. Este descanso,  que puede durar incluso un año, comporta una expropiación de los frutos de la  tierra a favor de los pobres y la suspensión de los derechos de propiedad de los  dueños del suelo: « Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su producto; al  séptimo la dejarás descansar y en barbecho, para que coman los pobres de tu  pueblo, y lo que quede lo comerán los animales del campo. Harás lo mismo con tu  viña y tu olivar » (Ex 23,10-11). Esta costumbre responde a una profunda  intuición: la acumulación de bienes en manos de algunos se puede convertir en  una privación de bienes para otros (Compendio de doctrina social de la Iglesia, n. 258).

 

 

Exhortación a la perseverancia (Hebreos 10, 19-23)

19Así pues, hermanos, la muerte de Jesús nos ha dejado vía libre hacia el santuario,

20abriéndonos un camino nuevo y viviente a través del velo, es decir, de su propia humanidad.

21Jesús es, además, el gran sacerdote puesto al frente del pueblo de Dios.

22Acerquémonos, pues, con un corazón sincero y lleno de fe, con una conciencia purificada de toda maldad, con el cuerpo bañado en agua pura. 23Mantengamos fielmente la esperanza que profesamos porque quien ha hecho la promesa es fiel,

24y estimulémonos mutuamente en la práctica del amor y de las buenas obras.

25Que nadie deje de asistir a las reuniones de su iglesia, como algunos tienen por costumbre; al contrario, animaos unos a otros, tanto más cuanto estáis viendo que se está acercando el día.

 

Clave de lectura desde la doctrina social de la Iglesia

La salvación que Dios ofrece a  sus hijos requiere su libre respuesta y adhesión. En  eso consiste la fe, por la cual « el hombre se entrega entera y libremente a  Dios », respondiendo al Amor precedente y sobreabundante de Dios (cf. 1 Jn 4,10) con el amor concreto a los hermanos y con firme esperanza, «  pues fiel es el autor de la Promesa » (Hb 10,23). El plan divino de  salvación no coloca a la criatura humana en un estado de mera pasividad o de  minoría de edad respecto a su Creador, porque la relación con Dios, que  Jesucristo nos manifiesta y en la cual nos introduce gratuitamente por obra del  Espíritu Santo, es una relación de filiación: la misma que Jesús vive con  respecto al Padre (cf. Jn 15-17; Ga 4,6-7) (Compendio de doctrina social de la Iglesia, n. 39).

No rechazar al Señor (Hebreos 12, 22-29)

22Vosotros, en cambio, os habéis acercado a la montaña de Sión, a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, a la multitud festiva de los ángeles,

23a la asamblea de quienes han sido inscritos como primeros ciudadanos de los cielos, a Dios que es juez de todos, a los espíritus de los que, habiendo vivido rectamente, han alcanzado la meta,

24a Jesús, en fin, mediador de una alianza nueva, cuya sangre, rociada sobre nosotros, clama con más elocuencia que la de Abel.

25Estad, pues, atentos a no rechazar la voz de Dios. Porque si los que rechazaron a quien hablaba desde la tierra no consiguieron escapar, ¿qué sucederá con nosotros si volvemos la espalda a quien nos habla desde el cielo?

26Entonces su voz hizo temblar la tierra; ahora mantiene lo que prometió cuando dijo: Haré temblar una vez más no sólo la tierra, sino también el cielo.

27Con las palabras "una vez más" indica que lo inestable, por ser criatura, va a ser transformado y sólo permanecerá lo inconmovible.

28Y puesto que somos nosotros los que recibimos ese reino inconmovible, seamos agradecidos, tributemos a Dios un culto agradable con reverencia y respeto.

29Que no en vano nuestro Dios es un fuego devorador.

Clave de lectura desde la doctrina social de la Iglesia

El domingo es un día que se  debe santificar mediante una caridad efectiva, dedicando especial atención a la  familia y a los parientes, así como también a los enfermos y a los ancianos.  Tampoco se debe olvidar a los « hermanos que tienen las misma necesidades y los  mismos derechos y no pueden descansar a causa de la pobreza y la miseria ». Es además un tiempo propicio para la reflexión, el silencio y el estudio, que  favorecen el crecimiento de la vida interior y cristiana. Los creyentes  deberán distinguirse, también en este día, por su moderación, evitando todos los  excesos y las violencias que frecuentemente caracterizan las diversiones  masivas. El día del Señor debe vivirse siempre como el día de la  liberación, que lleva a participar en « la reunión solemne y asamblea de los  primogénitos inscritos en los cielos » (Hb 12,22-23) y anticipa la  celebración de la Pascua definitiva en la gloria del cielo (Compendio de doctrina social de la Iglesia, n. 285).

Bendición y doxología (Hebreos 13, 20-21)

20Que el Dios de la paz, el que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, y lo constituyó supremo pastor del rebaño mediante la sangre de una alianza eterna,

21os ponga a punto para que cumpláis su voluntad en toda clase de buenas obras. Que él lleve a cabo en nosotros*, por medio de Jesucristo, aquello que le agrada. A él sea la gloria por siempre jamás. Amén.

Clave de lectura desde la doctrina social de la Iglesia

La Iglesia, pueblo peregrino, se  adentra en el tercer milenio de la era cristiana guiada por Cristo, el « gran  Pastor » (Hb 13,20): Él es la Puerta Santa (cf. Jn 10,9) que hemos cruzado durante el Gran Jubileo del año 2000. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (cf. Jn 14,6): contemplando  el Rostro del Señor, confirmamos nuestra fe y nuestra esperanza en Él, único  Salvador y fin de la historia.

La Iglesia sigue interpelando a todos los pueblos y a todas las  Naciones, porque sólo en el nombre de Cristo se da al hombre la salvación.  La salvación que nos ha ganado el Señor Jesús, y por la que ha pagado un alto  precio (cf. 1 Co 6,20; 1 P 1,18-19), se realiza en la vida nueva  que los justos alcanzarán después de la muerte, pero atañe también a este mundo,  en los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la comunicación,  de la sociedad y de la política, de la comunidad internacional y de las  relaciones entre las culturas y los pueblos: « Jesús vino a traer la salvación  integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los  admirables horizontes de la filiación divina » (Compendio de doctrina social de la Iglesia, n. 1).